Estados Unidos ha asesinado a un presunto asesino, y digo presunto porque no ha habido un juicio que declare nada de manera oficial. Ni siquiera los occidentales nos hemos molestado en fingir que somos los buenos, que esas palabras relacionadas con la democracia que nos llenan la boca significan algo. No hemos podido demostrar que seamos mejores porque realmente empiezo a dudar que lo seamos, excepto quizá en retórica. Al fin y al cabo, somos terroristas pero refinados, de guante blanco, de los que matan de manera cobarde, secreta, impersonal.
Lo más triste de todo esto es que la vida real si que comparte algo con las películas: el mensaje, haber aprendido algo nuevo, plantearse las cosas e incluso ponerlas patas arriba. En esta ocasión, no ha podido ser. Bin Laden estaba poseído por Satanás y robó la navidad, esto es lo que parece que nos quedará.
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