miércoles, 4 de mayo de 2011

los malos.

Me da igual lo que dijera Shakespeare: el mundo no es un escenario. En días como estos me veo obligado a resaltarlo. Esto no es una película, no hay buenos ni malos. No hay finales. No hay música que nos guíe emocionalmente en los momentos importantes. La vida, quiénes somos, nuestra moralidad, nuestra hipocresía y nuestras motivaciones son bastante más complejas que un guión de Disney por mucho que algunos imbéciles salgan a las calles con banderitas como si esperaran con ansia la llegada del príncipe Alí.
Estados Unidos ha asesinado a un presunto asesino, y digo presunto porque no ha habido un juicio que declare nada de manera oficial. Ni siquiera los occidentales nos hemos molestado en fingir que somos los buenos, que esas palabras relacionadas con la democracia que nos llenan la boca significan algo. No hemos podido demostrar que seamos mejores porque realmente empiezo a dudar que lo seamos, excepto quizá en retórica. Al fin y al cabo, somos terroristas pero refinados, de guante blanco, de los que matan de manera cobarde, secreta, impersonal.

Lo más triste de todo esto es que la vida real si que comparte algo con las películas: el mensaje, haber aprendido algo nuevo, plantearse las cosas e incluso ponerlas patas arriba. En esta ocasión, no ha podido ser. Bin Laden estaba poseído por Satanás y robó la navidad, esto es lo que parece que nos quedará.

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