miércoles, 22 de junio de 2011

no es momento para lágrimas.

Ya es hora de que se vayan

El capitalismo ha fracasado. Pierde capacidad de maniobra, gira sin control, se hunde. Sólo veinte años después de que se declarara fallecido el sistema comunista con la caída del Muro de Berlín, las contradicciones internas que tantos teóricos señalaban en nuestra economía de "libre mercado" han provocado su colapso a raíz de la crisis desatada en 2008. Sí, es cierto que seguimos viviendo dentro del mismo sistema tres años después, pero no hay que ser un genio de la economía para entender que, en un panorama de varios estados "desarrollados" al borde de la quiebra y desmantelamiento total de sus estructuras, solución a esta megacrisis no puede ser multiplicar por diez la receta que nos llevó a ella: privatizaciones masivas, reducción de derechos de los trabajadores, reducción de salarios y de pensiones, desregulación de los mercados... El poder de los verdaderos mandamases del planeta impide que se haga otra cosa.

El capitalismo ha muerto de éxito. Se ha acercado más que nunca a su horizonte de Estado mínimo y ha descubierto que tras el horizonte había un precipicio. El neoliberalismo ha sido un fracaso total porque se ha descubierto que esa "mano invisible" del mercado sólo era una mano imaginaria, no existe tal cosa como la libre competencia: sólo enormes empresas transnacionales en manos de unos pocos que absorben a todo aquel que pueda significar rivalidad. Los intereses de la empresa privada se han divorciado oficialmente del cuidado de nuestro planeta y de nuestra justicia social: Kyoto y los Objetivos del milenio pudieron servirles de oportunidad para demostrar que no era así, pero ahora ya es tarde. Hace ya tres años que es tarde.

Recordemos en su funeral a todas aquellas personas que murieron combatiendo contra él buscando un mundo más justo. Todos aquellos a los que asesinó sin dar la cara, sin siquiera muchas veces mandar sicarios, sólo como una fuerza oscura en forma de hambre, guerras o enfermedad. Recordemos a aquellos incorruptibles presidentes de América Latina a los que mató porque no podían soportar ver sufrir a su pueblo, el pueblo de entre el cuál habían surgido. Roldós, Allende y tantos otros. Mató siempre de manera silenciosa, mostrando su cínica sonrisa, siempre mentirosa. Arrasó selvas, hundió montañas, pero ya no nos engaña más.

Ahora que se está estrellando intentando sin éxito recuperar los mandos, es cuando nos toca evitar el desastre. Nos toca estar despiertos, concienciados y preparados, defendiendo alternativas que ya existen y que están por crear. Sustituir FMI, Banco Mundial y otras organizaciones de delincuentes elegidos por sí mismos por una alternativa democrática de gobierno mundial que defienda la justicia social, la igualdad y la verdadera libertad por encima de todas las cosas. Si la Revolución Francesa significó el despertar del "yo" frente al orden de "Dios", esta etapa que nos toca vivir es el paso del orden del "yo" al orden de "yo, y el mundo", de "nosotros". La única alternativa que le queda a la humanidad es un modelo de progreso responsable y que haga responsables a todos los que la forman. Llámese banca ética, llámese cooperativas, llámese economía solidaria. No es un sueño, es que no nos queda otra opción.

Merton, sociólogo del conocimiento, decía que la utopía no era más que una manifestación del próximo orden social. Somos el futuro porque sabemos que no tenemos por qué aceptar que el mundo es como es: sabemos que el mundo es como nosotros lo hacemos. Ni más ni menos, ni menos ni más. Puede que estemos viendo algo de ese futuro ahora...

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