
Hay fotos (me atrevería a decir que las buenas de verdad) a las que no se les puede poner título. No porque sea una obviedad su sentido y el título sea redundante, sino porque lo que quiera que despiertan en nosotros va más allá del lenguaje hablado y pensado. Y eso es bueno, porque no vale la pena contar fotografiar si lo que queremos decir cuenta con las palabras apropiadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario